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Una de las características de Dream Theater, sobre todo a partir de verse asentados como banda de referencia, fue su enorme ética de trabajo y su casi obsesiva pasión por crear música. Al final de la década de los 90s se produjo cierto movimiento de resurgimiento de la escena del rock progresivo y estilos afines, a nivel global. Una de las discográficas claves en aquellos años de nuevos bríos sería la californiana Magna Carta. Ellos se acercaron a Mike Portnoy, con quien estaban trabajando en diferentes proyectos, y le propusieron la confección de un súper-grupo a la antigua usanza. Portnoy elegiría a los músicos con los que quería trabajar y editarían el correspondiente disco. Corría el año 1996. El batería de Dream Theater escribió una larga lista en la que quedaron confirmados el Mr.Big, Billy Sheehan como bajista y el Stratovarius Jens Johansson como teclista. La elección de un guitarrista fue más complicada: Trevor Rabin, ex de Yes; Steve Morse de Deep Purple; Dimebag Darrell de Pantera o hasta Brian May de Queen fueron contactados. A unos les era imposible cuadrar su agenda, y otros simplemente dijeron que no. El proyecto quedó entonces en pausa, hasta que meses más tarde, al segundo intento, tras la insistencia de la discográfica, Mike Portnoy retomó negociaciones. La disponibilidad había cambiado. Tony Levin bajista de King Crimson y el teclista siempre pretendido por Dream Theater, Jordan Rudess, dieron el sí. El puesto de guitarrista volvió a ser un obstáculo, hasta que Portnoy, tirando por la calle de en medio, ofreció el puesto a su entonces compañero John Petrucci, quien aceptó encantado. Listos y preparados, Liquid Tensión Experiment acababa de nacer. Uno de los proyectos paralelos de mayor reputación de todos los pergeñados por miembros de Dream Theater cobraba por fin vida, pero con una filosofía muy distinta a ellos. Esta vez se trataba de improvisar, de tocar todos juntos en el estudio de grabación y observar qué sucedía. Y lo que sucedieron fueron dos estupendos álbumes, muy bien recibidos, el primero de los cuales sería editado en marzo de 1998…
Cuando todavía está colocado en el departamento de novedades de las tiendas de discos (de las pocas que desgraciadamente hoy existen) el último disco de Dream Theater, nos encontramos con el lanzamiento en solitario de su ínclito teclista. “Wired For Madness” es, si no me fallan las cuentas, el decimocuarto álbum en solitario de Jordan Rudess. Una carrera por sí mismo que comenzó cuando pocos lo conocían al final de los 80s y que llega hasta la actualidad plagada de trabajos de muy diverso pelaje. El neoyorkino siempre ha utilizado este tipo de discos para hacer de ellos el contenedor de ideas que no caben en su banda de turno, en este caso Dream Theater. Y lo hace sin ningún complejo. A veces con álbumes homogéneos, con una filosofía clara, y en otras ocasiones, como es el caso de su nueva obra, optando por recolectar canciones de diferente naturaleza. En “Wired For Madness” hay cabida para el rock progresivo y sinfónico de la vieja escuela; tiempo para la fusión y hasta momento para el blues. Todo es bienvenido en la inmensa mente musical de este prodigioso teclista e investigador y creador de sonidos sintetizados. Un disco disperso, mitad instrumental y en el que encontramos la discreta de voz de Rudess al lado de colaboraciones de lujo, como las del inmenso Marco Minnemann o su amigo en Dixie Dregs, Rod Morgenstein a los tambores. O si no guitarristas de la categoría de Vinnie Moore, Guthrie Govan, Joe Bonamassa o su compañero John Petrucci.
(Esta semana en Rocktopia: LIQUID TENSION EXPERIMENT, JORDAN RUDESS, DREAM THEATER, NICOLAS WALDO, GARY HOEY, BACKYARD BABIES y SWALLOW THE SUN)